Las pruebas de traducción

21/06/2013 a las 09:37

prueba de traducciónHoy voy a hablar de un tema recurrente en el mundo de la traducción profesional, algo que a simple vista parece claro y sencillo, pero que muchas veces termina siendo complicado, farragoso e, incluso, conflictivo: las pruebas de traducción.

Pruebas de traducción hay muchas y de muchos tipos, pero en esta entrada me voy a centrar en las pruebas que las empresas y agencias de traducción solemos realizar a los traductores y revisores autónomos que se postulan como candidatos a proveedores.

 

¿Es necesario y efectivo realizar pruebas de traducción?

Se podría pensar si no es ya suficiente con poseer el título universitario de traductor, entregar el currículum, demostrar los trabajos realizados y presentar distintas recomendaciones, para que el responsable de proveedores de una empresa sea capaz de discernir si un traductor es adecuado o no para trabajar con ellos. En realidad creo que todo eso es suficiente para saber si alguien no es adecuado, una especie de primer filtro, pero la idoneidad final la dictaminará el resultado de una prueba de traducción.

En la Universidad, los futuros traductores adquieren muchísimos conocimientos que les serán muy útiles a la hora de desarrollar su profesión; es probable que hayan realizado algún máster o incluso estudios universitarios de otras materias convirtiéndose  en expertos en ciertas áreas y que, además, sean perfectos bilingües y trilingües…, ¿no es suficiente para que, además, tengan que realizar una prueba?

Yo creo que no es suficiente, y que las pruebas de traducción son imprescindibles. De hecho, creo que se debe desconfiar de las empresas que no realizan pruebas de traducción.

La razón que me lleva a afirmar que las pruebas de traducción son necesarias, se basa en que siempre he entendido la traducción como una tarea humana que se encuentra mucho más cerca de una creación artística que de una tarea, digamos, “industrial”. Incluso cuando se realizan traducciones tan poco susceptibles de creatividad como un manual muy técnico o una interfaz de software. La sociedad debería tener por el traductor el mismo respeto que se tiene por un escritor, aunque me temo que aún queda mucho para llegar a esto.

Sin embargo, no podemos olvidar que la traducción tiene una serie de reglas que restringen, aunque sea en parte, esa labor artística del traductor: glosarios, guías de estilo, instrucciones e incluso el texto original, limitan la libertad creativa del traductor. Por tanto, en la traducción, aun considerándola un arte, tenemos un aspecto que, probablemente, en otras disciplinas artísticas no se pueda aplicar, y es que, hasta cierto punto, la calidad de una traducción se puede (¡y se debe!) medir, y este carácter mesurable permite que, en ocasiones, se pueda decir de una forma más o menos objetiva si una traducción es buena o una traducción es mala.

Por tanto, desde cualquiera de las dos vertientes, la prueba de traducción se convierte en imprescindible:

  • Desde la vertiente artística, porque el arte es, por definición, subjetivo, y quien va a “comprar” una traducción necesita conocer el estilo del artista para saber si es el que busca o no, ya que de igual manera que si nos gusta el estilo de Velázquez es probable que no nos guste el de Miró, y viceversa, aun siendo ambos dos artistas consagrados y de merecido prestigio, lo mismo nos puede ocurrir con un traductor u otro.
  • Desde la vertiente objetiva y mesurable, porque necesitamos estar seguros de que el traductor sabe ceñirse a las instrucciones dadas, consulta glosarios y guías de estilo, cumple plazos, sabe manejar adecuadamente las dudas que le puedan surgir y, sobre todo, su traducción se ajusta al original y no cambia el sentido del mismo en absoluto.

 

Características de la prueba de traducción

Como dice el refranero español, cada maestrillo tiene su librillo, de manera que cada empresa suele realizar sus propias pruebas de traducción y las evalúa y valora de distinta forma, aunque podemos hablar de dos tipos principales de pruebas.

  • En la mayoría de los casos, un revisor de confianza (normalmente en plantila) de la empresa “contratante” examinará el resultado de la prueba, dictaminando si el candidato es apto o no lo es. Para ello, se fijará en datos más o menos objetivos (exactitud de la traducción respecto al original, número de errores, adecuación al glosario o guías de estilo y al resto de instrucciones…) y en datos más subjetivos, como el estilo de la traducción.  Este método tiene dos inconvenientes principales: por un lado, la propia subjetividad de quien revisa la prueba, y por otro, el alto coste de la misma, ya que el revisor, si es de plantilla, no podrá realizar tareas “facturables” mientras se dedica a revisar pruebas y, si no es de plantilla, tendrá que cobrar por esta revisión.
  • Otras empresas han desarrollado herramientas que realizan la revisión de manera automática, comparando el resultado de la prueba con lo que la empresa considera que habría sido una traducción perfecta, de manera que el resultado indicará lo que se ha alejado o no el autor de lo que habría sido el resultado perfecto. El mayor inconveniente de este método lo encontramos en que, si bien será muy efectivo para esa parte mesurable de la prueba, no lo será en absoluto para la que no lo es: ¿qué herramienta automática es capaz de valorar el estilo de una traducción?

En cualquier caso, se siga el método que se siga, la prueba de traducción deberá reproducir lo más fielmente posible las características del proyecto real, en cuanto a instrucciones, material de referencia, plazos… Cuanto más se aleje de estas condiciones, menor será la fiabilidad de la prueba.

Con el fin de evitar estos problemas, nosotros seguimos una tercera vía que nos parece más justa y que nos está ofreciendo unos resultados muy positivos: realizamos las pruebas de traducción trabajando en un proyecto real, tal y como explico, de forma resumida, a continuación.

 

Prueba de traducción durante un proyecto real

Si de lo que se trata es de saber si un traductor o un revisor va a cumplir nuestras expectativas a la hora de trabajar en nuestros proyectos, lo más lógico será verle trabajar en un escenario real, en un proyecto como aquel para el que le estamos seleccionando. En mi opinión, la mayor parte de las conclusiones que se pueden sacar con los dos métodos de prueba anteriores, se pueden obtener también, si se tiene la suficiente experiencia, estudiando el CV, leyendo recomendaciones, viendo trabajos anteriores y manteniendo una entrevista personal con el candidato.

Pero muchos aspectos, quizás los más importantes, no se podrán determinar con esas pruebas. Introduciendo al candidato en un proyecto real, se observará, de verdad, cómo trabajará en el futuro ante situaciones similares, y se podrán obtener conclusiones de aspectos como su manera de interactuar con los demás miembros del equipo, la agilidad ante los cambios, la capacidad de trabajar bajo presión, etcétera.

De esta manera, además, el candidato deberá ser evaluado por dos personas y dos perfiles distintos:

  • un lingüista que revisará las traducciones del candidato y que será responsable de evaluarle desde un punto de vista meramente lingüístico. Normalmente será el revisor principal (Linguistic Lead) del proyecto;
  • un gestor de proyectos o similar, que será el responsable de dar su visto bueno basándose en las otras características distintas de las meramente lingüísticas. Normalmente se tratará del jefe del proyecto en cuestión.

Es obvio que probar a un traductor con un proyecto real tiene también sus riesgos, por lo que la empresa debe tomar las medidas necesarias para evitar cualquier tipo de problema:

  • el traductor deberá ser consciente que se le está realizando una prueba;
  • el jefe o gestor de proyecto deberá realizar una correcta planificación del mismo, reservando suficiente tiempo para una revisión más exhaustiva de los textos que se tomarán como prueba y las posibles correcciones que de ella surjan;
  • deberá existir un plan de contingencia por si el primer filtro no funcionó bien y la prueba da un resultado tan negativo que aconseja prescindir de ese traductor y comenzar desde cero su parte;
  • los responsables del proyecto deberán ser conscientes de que el estar realizando la prueba de traducción durante la producción del proyecto, afectará a las finanzas del mismo, tomando las medidas oportunas para que el impacto sea el menor posible;
  • toda la planificación, incluyendo la revisión de las pruebas, deberá estar encaminada a evitar cualquier tipo de inconveniente para el cliente final, de manera que reciba en el plazo y con la calidad acordadas su proyecto.

Habrá ocasiones en las que, por diversos motivos, se quiera probar a más de un traductor mediante el mismo proyecto. En este caso, realizar la prueba con un proyecto real resultará más costoso para la empresa en términos meramente económicos, pero aun así sigo recomendando que se pruebe a los distintos traductores dentro del mismo proyecto siempre que se esté pensando en que trabajen en proyectos similares. En este caso, eso sí, los que preparen y lleven a cabo la prueba deberán tener muy en cuenta el tema económico, realizando unas pruebas con el volumen necesario para que las conclusiones sean las correctas, pero evitando que sean demasiado grandes, lo que supondría un coste excesivo para el proyecto.

Porque las circunstancias así nos lo aconsejaron, en alguna ocasión hemos estado en esta situación. Lógicamente todos los traductores cobraron como si de un proyecto normal se tratara, aunque solo una de las traducciones, una vez revisada, fue la que se incluyó en el proyecto final. En un  caso concreto, de todos los traductores que participaron, solo uno siguió participando en el proyecto pero incorporamos a nuestra base de datos a otros dos, que trabajan habitualmente con nosotros en distintos proyectos. Los traductores que fueron descartados fueron informados de los motivos que nos llevaron a tomar tal decisión.

 

¿Deben pagarse las pruebas de traducción?

Recurriendo de nuevo a la sabiduría popular, diremos que en las respuestas que podemos encontrar a esta pregunta, “hay de todo como en botica”.

De todas formas, la gran mayoría de las empresas no pagan por las pruebas de traducción. Viéndolo desde el punto de vista de la empresa, esto puede tener bastante lógica, ya que se supone que no se está obteniendo ningún beneficio económico por dicha traducción: de la misma manera que a un director de Recursos Humanos no se le ocurriría pagar por hacerte una entrevista de trabajo, tampoco se le ocurriría a un responsable de proveedores pagar por una prueba.

Los traductores, por su parte, suelen aceptar el hecho de realizar pruebas de traducción sin cobrarlas, siempre que no superen un volumen determinado, establecido normalmente alrededor de las 300 o 350 palabras. El problema suele comenzar cuando se supera ese volumen, o cuando el traductor empieza a sospechar que la prueba de traducción es algo más que una prueba, ya que en alguna ocasión los candidatos se quejan de que ciertas empresas utilizan la excusa de la prueba de traducción para ahorrarse los costes de la misma en un proyecto determinado.

Sin embargo, si se utiliza el método que proponía anteriormente, el de utilizar un proyecto real como prueba de traducción, el debate se acaba inmediatamente, porque el traductor, de hecho, estará trabajando para la empresa en condiciones normales y, por tanto, cobrará por su trabajo en condiciones normales, es decir, con sus tarifas habituales. Esta forma de realizar una prueba de traducción, por tanto, podría asimilarse a los periodos de prueba que suelen establecerse en los contratos de personal en plantilla. Y si durante esos periodos de prueba el sueldo del trabajador es el mismo que una vez que lo ha superado, lo mismo debe ocurrir cuando al que se está probando es a un traductor autónomo.

Por tanto, el sistema propuesto no es solamente el más efectivo y el que mejor resultados ofrece, sino también el más justo.