Un regalo inesperado
Como adelanté en Twitter hace unos días, la semana pasada llegó a las oficinas de Web Translations España un paquete a mi nombre. No había ninguna nota, simplemente un regalo: el libro El almuerzo en la hierba, de Marcel Proust. Lo más importante de este regalo no era el libro en sí, ni siquiera el autor que, debo reconocerlo, no se encuentra entre mis favoritos, sino que era un regalo de una de las dos personas que había traducido este libro a español: Amaya García
He de reconocer que me hizo una ilusión enorme.
¿Y quién es Amaya? Amaya es una antigua compañera que trabajó conmigo en Lionbridge. Durante el tiempo que estuvimos en la misma empresa, siempre trabajamos en departamentos distintos (ella, lógicamente y debido a su perfil de traductora, siempre estuvo dentro del departamento de lingüistas, que fue de los pocos a los que yo no pertenecí, ni como miembro del departamento ni en tareas de dirección del mismo). Nuestro trato fue el habitual de compañeros de trabajo en una empresa que, en sus mejores momentos, llegó a tener más de 200 empleados.
El caso es que después de un tiempo sin saber de ella, Amaya volvió a ponerse en contacto conmigo para decirme que había decidido independizarse y comenzar a trabajar por su cuenta como traductora, revisora y correctora autónoma. Sabéis que una de las bases en las que pretendemos asentar Web Translations es en la formación de equipos de lingüistas, traductores y revisores de los que solamente pueden formar parte los mejores: y Amaya es, sin duda alguna, una de las mejores traductoras que he conocido a lo largo de mi trayectoria profesional, por lo que rápidamente fue “fichada” e incorporada a nuestro equipo de traductores habituales.
Trabajar con ella es un placer: sabes que no va a retrasarse en ninguna de las entregas, te mantiene informado continuamente sobre el avance de los proyectos, especialmente cuando son de larga duración, te hace las consultas justas y pertinentes, no sin antes haberlas intentado resolver por su cuenta… y, lo que es más importante, el nivel de calidad de sus traducciones es extraordinariamente alta.
Así que sabiendo todo esto, podéis imaginaros que tener en mis manos un libro traducido por ella es mucho más que tener un simple libro….
Pero es que además, que una de las traductoras que trabaja con nosotros me haga un regalo, así, sin necesidad de ninguna excusa, significa también muchas cosas para nosotros. Como alguna vez he comentado, creo que nuestras empresas deben tratar a sus colaboradores externos como si de los propios empleados se tratara, con el máximo respeto, y sabiendo que ellos son una de las bases que hacen posible nuestro éxito, por lo que la satisfacción de nuestros colaboradores es, para nosotros, tan importante como la de nuestros clientes.
De nada nos serviría tener una buena cartera de clientes satisfechos si nuestros colaboradores externos no lo estuvieran… es más, veo extraordinariamente difícil que nuestros clientes puedan estar contentos si no lo están nuestros colaboradores.
Por eso, el hecho de recibir un regalo tan personal de un traductor tiene para nosotros un significado aún más especial, y nos hace pensar que vamos por el buen camino.
Así que, para terminar, y como siempre he pensado aquello de que es de bien nacidos ser agradecidos, no encuentro otra forma mejor de hacerlo que con un fuerte y sincero…
¡Muchas gracias, Amaya!
Aunque ya le di las gracias a Ignacio en privado por esta entrada, tan inesperada como gratificante, no puedo dejar de hacerlo también en público.
Le agradezco que me dedique una entrada entera de su blog, nadie lo había hecho antes y es un gesto que no olvidaré.
Le agradezco que hable tan bien de mí como profesional, a pesar de que yo también tengo mis fallos, aunque siempre procuro enmendarlos, aprender de ellos y evitarlos en trabajos posteriores.
Le agradezco que sea tan sincero en esta entrada como lo ha sido conmigo desde el primer momento, cuando empezamos a colaborar fuera de nuestra ex empresa: es cierto que nunca trabajamos juntos directamente pero que la relación siempre fue cordial; pero ambos tenemos una bagaje común, una “cultura” profesional común, que nos hace entendernos muy bien y colaborar eficazmente. También es cierto que fui yo quien se puso en contacto con él cuando empecé a tejer mi red de contactos profesionales, pero fue él quien me dio unas de mis primeras oportunidades de trabajar en mi nueva etapa como traductora independiente; me contó de primera mano cómo estaba “el panorama”, con una sinceridad y una honradez que siempre le agradeceré, y de las que ha seguido haciendo gala en todas nuestras colaboraciones.
Le agradezco la confianza que depositó en mí desde el primer momento, y que tanta falta me hacía para sentirme segura al volar por primera vez sin red.
Y le agradezco que ceda tan generosamente este espacio, exclusivamente suyo, para dar a conocer, aunque sea indirectamente, una traducción mía que he realizado para otro cliente; y que lo haga precisamente esta semana, en que se celebra el centenario de la publicación del primer volumen de “À la recherche du temps perdu”, cuyos fragmentos he tenido el privilegio de traducir a cuatro manos.
Así que ya lo sabes, Nacho: te mereces este libro, los que ya tengo en capilla y los que espero vayan llegando en un futuro próximo.