¡Socorro! ¡Hay que traducir!

06/04/2013 a las 09:58

¡Socorro! Hay que traducirParafraseando el nombre de  este blog, hay ciertas ocasiones en que el binomio traducción y empresa se convierte  en  un gran problema.

A lo largo de mi trayectoria profesional he podido constatar muchas veces que para un número demasiado importante de empresas y de profesionales, la traducción de sus textos supone un grave problema para el que, en demasiadas ocasiones, no se han reservado ni recursos humanos, ni de calendario ni económicos. Y eso sin entrar en los problemas que seguramente conllevará el no haber creado los distintos materiales pensando en su posterior traducción y/o localización.

No es difícil imaginar la situación: departamento de una empresa de un tamaño considerable que ha invertido una importante cantidad de recursos, tanto económicos como humanos y materiales, en la realización de cierto proyecto y que ya lo tiene prácticamente terminado. Es en ese momento, ¡nunca antes!, cuando se acerca uno de los directivos y comenta, como el que no quiere la cosa: “Pues está todo muy bien, felicidades. Ya solo hace falta que lo “pongáis” también en inglés, francés y alemán y se acabó”.

Empiezan entonces los sudores fríos, las taquicardias y, desgraciadamente, en demasiados casos, las decisiones incorrectas (según las últimas estadísticas del Ministerio de Sanidad, este es el caso de mayor número de  infartos dentro del gremio de los jefes de proyecto…)

El hecho de  no haber considerado en los primeros momentos de un proyecto que  hay que traducir el mismo a varios idiomas, es tan frecuente como  problemático. Y en demasiadas ocasiones, es el proveedor de  traducciones el que sufrirá la gran mayoría de estos problemas y,  si es un verdadero profesional, el que terminará sufriendo  todos los problemas. El jefe de proyecto se  pondrá en contacto con el proveedor y le explicará, con mayor o  menor acierto, el proyecto que han desarrollado, el problema que  tienen y la solución que necesitarían. Por supuesto, la urgencia  del proyecto es máxima. El proveedor pulsará ese famoso botón que existe en todas las empresas de traducción, botón de color  “supermegahiperurgente” y se dispondrán a analizar los archivos y  hacer un presupuesto.

Efectivamente, los archivos no están  preparados para traducir, por lo que la mayoría de las herramientas  de las que dispone la empresa no serán útiles al cien por cien y  necesitará un buen volumen de horas “humanas”. Con una alta  probabilidad el cliente no habrá enviado todos los archivos, porque  no se le ha ocurrido, por ejemplo, que también hay que traducir las  imágenes (imágenes para las que, faltaría más, no existen los  archivos fuente con sus capas que facilitan la edición), o porque  tendrá un buen número de archivos PDF de los que no existe rastro  de sus archivos fuente…. Se termina el presupuesto, se manda al  cliente y se le dice que para cumplir la fecha de entrega será  necesario que lo aprueben en 24 horas… El cliente se lleva  las manos a la cabeza por el precio de la traducción (sí, señores  clientes, hace tiempo que se abolió la esclavitud en España, y  aunque parezca mentira, los traductores y el resto de profesionales  que participen en el proyecto tienen unos gastos que intentan  afrontar con su sueldo… y eso tiene su coste, claro…).

Explicaciones, “regateos”, negociaciones, descuentos… (la consabida   explicación de por qué Google Translator no es una buena ida)…  ¡¡bien!! Ya hemos llegado a un acuerdo económico, ahora toca  alcanzar un acuerdo en cuanto a los plazos (no, no es muy habitual  que un profesional traduzca más de 50.000 palabras por minuto,  señor cliente), lo que se debe incluir o no, el uso de ciertas  herramientas, la calidad final de la traducción… y así un largo etcétera de cuestiones… El caso es que al final, para conseguir  adaptarse a las urgencias y necesidades del cliente, se ha  establecido un calendario y unas condiciones que no dejan ningún margen de maniobra al sufrido Jefe de Proyecto que lleve esto a  cabo, con el consecuente riesgo en cuanto a la calidad del trabajo  final.

Y qué decir de los costes: un proyecto así será mucho más  caro que uno bien organizado y preparado desde la fase de  desarrollo. Seguro que muchos de vosotros se verá reflejado en el  ejemplo anterior, y muchos más podríais poner ejemplos de casos  parecidos. Si alguno de vosotros piensa que he exagerado con este  ejemplo, simplemente decirle que, como en el cine, “está basado en  hechos reales” vividos por mí mismo.

Pero podría poner muchos más  ejemplos, quizás no tan exagerados como el anterior: hace poco  conocí en Fitur una empresa que se dedica a desarrollar un software  de gestión hotelera. Lo habían desarrollado en español y nunca  habían pensado en la posibilidad de traducirlo. El caso es que fueron contratados para instalar su aplicación en un importante  hotel de una capital de Europa del este… estudiamos la posibilidad  de traducirlo, pero la arquitectura de la propia aplicación  aumentaba la complejidad. Nuestros ingenieros de localización  pusieron sobre la mesa varias soluciones, pero al final el problema  era el de siempre: a estas alturas, ya no tenemos ni tiempo ni  presupuesto. Al final, decidieron dejarlo en castellano y dar una  serie de sesiones de formación para que el usuario, que no sabía  una palabra de nuestro idioma, pudiera manejar el software.  ¿Cuántas oportunidades de negocio perdieron por hacer así las  cosas? ¿Cómo quedó su imagen?

Como en cualquier actividad  profesional (¡y humana!), la falta de previsión y el hecho de no  reservar los suficientes recursos humanos, económicos y de calendario en las primeras fases del proyecto conducen a que los  resultados no sean los esperados. Estoy convencido de que los  protagonistas de los ejemplos anteriores pensarán que la traducción  es un gravísimo problema, una piedra en su zapato de buenos profesionales. Sin embargo, en mi próximo post intentaré explicar  por qué, en realidad, la traducción es una excelente oportunidad de  negocio, por qué es, probablemente, la manera más barata y sencilla  de abrir nuevas oportunidades de negocio, de encontrar nuevos  mercados.